Los miedos infantiles suelen ser transitorios, leves y desaparecen con la edad. Sin embargo, cuando la ansiedad que generan estos miedos es desproporcionada y repercute negativamente en el desarrollo personal del niño, entonces hablamos de la existencia de una fobia. Las fobias son un temor o ansiedad excesivos a objetos o situaciones y que llevan al niño a evitar la situación o a soportarla con un nivel de angustia muy alto. Algunas de las fobias más frecuentes en niños son:
-Animales
-Situaciones de la naturaleza (tormentas, rayos,…)
-Sangre, inyecciones y daño
-Situaciones específicas (ascensores, viajar en avión, hospitales, dentista,…)
-Otros tipos (ruidos fuertes, oscuridad, personas disfrazadas,…)
Las maneras en las que aparecen y se mantienen las fobias son muy diversas, pero algo que sí que sabemos es que en la mayoría de los casos el tratamiento de exposición funciona. Exponerse significa acercarse a aquello que uno teme ya que es la única manera de romper la asociación entre la situación y la ansiedad y comprobar que las consecuencias negativas que el niño anticipa no ocurren. La ayuda de un terapeuta es esencial para motivar y guiar al niño y a su familia para exponerlo de manera progresiva a las situaciones fóbicas, consiguiendo la reducción de la respuesta fóbica. Para ello, los terapeutas se valen de técnicas psicológicas como el modelado, la exposición gradual, la economía de fichas y el juego.
La ansiedad es el trastorno emocional infantil más común; uno de cada 10 niños sufre algún problema relacionado con la ansiedad. Los trastornos de ansiedad provocan reacciones emocionales intensas, pensamientos negativos y comportamientos de escape y evitación ante ciertas señales que el cerebro interpreta como peligrosas cuando en realidad no lo son. Algunos ejemplos son:
-Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
-Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)
-Trastorno por Estrés postraumático (TEPT)
-Trastorno de Ansiedad por Separación (TAS)
-Fobia social
En todos los casos es necesaria la intervención psicológica puesto que la evitación de los estímulos generadores de ansiedad genera muchas dificultades en el día a día del niño y de sus familias. La aproximación del niño a aquello que teme debe ser progresiva y aplicando distintas técnicas psicológicas que favorezcan la motivación para así conseguir el éxito terapéutico.
La depresión infantil no es fácilmente identificable ni por los propios niños que la sufren ni por sus propios familiares. La distinta manifestación de la depresión en niños que en adultos, la mayor dificultad de los niños y adolescentes para identificar como depresión lo que les pasa o la no creencia de los familiares de la existencia de la depresión a estas edades son algunas de las razones. En estas etapas, la irritabilidad es un síntoma característico de la depresión unido a otras más comunes como el llanto, la pérdida de interés por los juegos habituales, fobias o quejas somáticas.
El tratamiento psicológico busca intervenir en la parte emocional, cognitiva y comportamental del niño con el objetivo de reducir su ansiedad, favorecer actividades agradables que aumenten su estado de ánimo y reestructurar los pensamientos distorsionados y negativos. Resolver esta situación permitirá al niño volver a retomar sus actividades diarias y a prevenir dificultades emocionales en la adolescencia o en la edad adulta.
Los niños con TDAH presentan frecuentemente problemas para prestar atención o mantenerse sentado o quieto, además de sufrir distracciones constantes, perder cosas con facilidad o responder impulsivamente. Este conjunto de síntomas tiene un impacto negativo en muchas áreas del niño: bajo rendimiento académico, rechazo de sus compañeros, presencia de problemas de comportamiento y como consecuencia de todo esto un clima familiar muy negativo causado por el estrés que generan todos estos problemas.
Es necesaria una identificación lo más pronta posible del trastorno, así como una evaluación del caso que permita identificar las áreas más dañadas en el niño y plantear estrategias de intervención que mejoren la calidad de vida del niño y restauren los déficits que presente en las diferentes áreas de su vida (académica, social, familiar, conductual, emocional, etc.).
Desobediencia, negativismo, agresividad o desafío son algunas de las manifestaciones que los trastornos del comportamiento tienen en niños y adolescentes. Estos indicadores pueden aparecer por primera vez incluso antes de los 5 años y si no se interviene a tiempo con ellos pueden dar lugar a problemas más graves en posteriores etapas.
Los padres son el agente socializador más importante del niño en esta etapa, una figura de autoridad y a la vez con un vínculo afectivo que posibilita generar cambios en el comportamiento del niño. Por ello el tratamiento debe centrarse en trabajar con los padres y enseñarles herramientas para el cambio de comportamiento y técnicas de comunicación positiva. Se utiliza también el entrenamiento del niño en técnicas de autocontrol como las autoinstrucciones, la respiración o la resolución de problemas. La intervención familiar combinada con el trabajo con el niño es el tratamiento que ha demostrado científicamente efectos más importantes en la reducción de problemas de comportamiento.
El uso excesivo de las nuevas tecnologías es cada vez más frecuente entre la población infanto-juvenil. El problema no es el uso en sí mismo sino el tiempo que se dedica a ello y que las tecnologías sustituyan otro tipo de actividades más saludables como salir con los amigos, leer, hacer deporte, jugar,… El uso excesivo de las nuevas tecnologías en edades tempranas se ha relacionado en diferentes estudios con el desarrollo de un perfil de personalidad más solitario y narcisista, pudiendo estar en la base de problemas futuros como la agresividad o la fobia social.
La única manera de resolver el problema es trabajar junto a los padres mediante estrategias de modificación de conducta que ayuden a reducir el uso de las nuevas tecnologías y promover otro tipo de actividades más interesantes para el desarrollo del niño. En definitiva, consiste en educar acerca del cómo, cuándo, cuánto y para qué del uso de las nuevas tecnologías en niños.
Los escapes involuntarios de pipí (enuresis) y caca (encopresis) son problemas comunes en población infantil. Se estima que la enuresis afecta a 1 de cada 6 niños de entre 5 y 6 años y pese a que tiende a la remisión espontánea, esto no ocurre en todos los casos ni en el momento deseado, habiéndose relacionado con problemas de ansiedad crónica, problemas de autoestima y dificultades a nivel social.
Su alta frecuencia y las consecuencias negativas que provoca hacen que el diagnóstico y el tratamiento precoz de la enuresis y la encopresis sean importantes para mejorar la calidad de vida de los niños afectados. Afortunadamente, existe una amplia evidencia científica acerca de la eficacia de diferentes técnicas psicológicas que pueden ayudar a reducir los escapes inapropiados y por tanto normalizar la situación del niño.
La ansiedad es una respuesta emocional como consecuencia de la anticipación de un peligro o una desgracia. Esa respuesta emocional es experimentada de manera negativa por aquel que la sufre por lo que suele llevar a cabo comportamientos de escape y/o evitación que alivien ese malestar. Falta de respiración, nerviosismo, taquicardias o pensamientos negativos son algunos de los síntomas de la ansiedad que llevan a buscar vías de escape como la comida, el alcohol, el tabaco o el aislamiento, entre otros, que no hace sino aumentar el problema. Estos síntomas están presentes en numerosos trastornos:
-Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
-Fobias
-Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)
-Trastorno por Estrés postraumático (TEPT)
-Fobia social
En todos los casos es necesaria la intervención psicológica puesto que este patrón de escape es el causante de que el problema no desaparezca. Al ser trastornos muy frecuentes, existen numerosas técnicas psicológicas que han demostrado su eficacia a la hora de reducir la ansiedad y mejorar la calidad de vida del paciente.
Con frecuencia las personas experimentan situaciones negativas como una ruptura de pareja, un divorcio, la muerte de un ser querido o la pérdida de trabajo. La vivencia de estas situaciones suele tener un efecto negativo en la persona: pierde ciertas rutinas, deja de ver a amigos, abandona sus aficiones, practica menos ejercicio físico… Estos comportamientos generan mayores sentimientos de tristeza y desesperanza que llevan a querer aislarse todavía más y a tener menos energía para cambiar las cosas. Si ese círculo se sigue repitiendo, la persona experimenta un problema depresivo que le impide retomar las riendas de su vida.
La terapia contra la depresión se centra principalmente en cambiar lo que la persona hace para cambiar cómo se siente. Para ello, los psicólogos se valen de herramientas que permitan trabajar con el paciente el cambio de comportamiento hacia uno que le ayude a mejorar su estado de ánimo y por tanto sea más capaz de hacer frente al problema que le ha ocurrido. La eficacia de este tipo de terapias es muy alta y en muchos casos permiten la recuperación sin la necesidad de tratamiento farmacológico.
El estrés es el resultado de la valoración que la persona hace de los recursos de los que dispone y lo que se necesita para hacer frente a la situación que tiene delante. Estas situaciones pueden ser relacionadas con el trabajo, con el manejo de los hijos, con la relación de pareja o con las obligaciones diarias. Si la valoración que uno hace sobre sus recursos es positiva, es decir, considera que tiene recursos suficientes para hacerle frente, la situación se afrontará y se resolverá. ¿Pero qué pasa si esa valoración es negativa y la persona se ve superada por la situación? Experimentará estrés y no será capaz de resolver el problema.
Lo que el paciente necesita en estos casos es aumentar sus habilidades de afrontamiento ya que si sus recursos mejoran, la valoración que hará será positiva y podrá enfrentarse a la situación estresante. La labor del psicólogo en este caso es entrenar al paciente en técnicas de inoculación del estrés y manejo de la ansiedad, todo esto generando una buena alianza terapéutica y respetando los ritmos y las necesidades de cada paciente.
La muerte de un ser querido es algo inevitable por lo que todo ser humano pasa alguna vez en la vida. La tristeza es un sentimiento habitual en el duelo y en condiciones normales la afrontamos con el tiempo. Pero en determinadas ocasiones la culpa y la falta de motivación nos impide afrontar esta situación de manera adecuada. En Centro Médico Santías nuestro psicólogo, Jonatan Molina Torres, te ayudará a superar esta situación y a que salgas reforzado de ella.
Jonatan Molina Torres:
Experto en Terapia Psicológica con Niños y Adolescentes
Doctorando en el Dpto. de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández